En que estábamos cuando llegó Pedro de Mendoza

Provincia de Salta. Enero de 1536 

El ejército que acompañaba a Pawllu había bajado desde Cuzco y estaba acantonado en la gran fortaleza de Chicoana en Salta. De sus 5.000 hombres 2.000 eran militares inka y 3.000 eran soldados aportados por el Mallku Cuysara, un rico señor étnico de Bolivia. Las tropas del inka se instalaron en las grandes kanchas de la fortaleza de Chicoana, que estaba muy bien provista para asistirlos con sus 1.070 almacenes llenos de víveres. Por supuesto ninguno de los militares inka se apartaba de los muros de la fortaleza, la normativa del ejército era muy estricta en cuanto a la relación entre tropas del estado y población local. Estaba absolutamente prohibido el contacto entre contingentes en operaciones con la población y violar esa norma implicaba pena de muerte.

Sin embargo, contrastando con la tranquilidad dentro del muro incaico, había algo inquietante acampando en las proximidades. 

Eran 500 guerreros de extraña figura, vestidos con armaduras de un metal muy duro, un metal que las sofisticadas armas inka, consideradas las mejores del mundo conocido, no podían atravesar. 

Muchos de esos hombres extraños, aproximadamente unos 180, tenían la piel negra. El resto en cambio la tenían pálida y de sus rostros brotaban una gran cantidad de pelos de color negros los más, algunos amarillentos o rojizos. Todo esto era muy poco común.

América era un mundo de gente depilada

Y llevar pelos era un símbolo de barbarie. Además casi 200 de esos extraños hombres montaban en unas enormes bestias nunca vistas, que masticaban hierro. Si ver un caballo ya era algo inédito, ver un arreo de 200 era francamente espectacular. Y había algunos de esos hombres que fijando su mirada en unos paños blancos empezaban a hablar en voz alta como en trance. Al igual que los que estaban desembarcando en Buenos Aires estos hombres también venían del mar y por eso les llamaron wirakocha, pero éstos habían desembarcado en la costa del Perú.  Su líder era el Adelantado Diego de Almagro y acompañaban el ejército de Pawllu que bajaba desde Cuzco. Los titaqin, señores de los Valles Calchaquíes estaban intranquilos porque estos wirakocha en lugar de permanecer acantonados como el resto del ejército incursionaban en pequeños piquetes por las ciudades diaguita confiscando alimentos y buscando oro. La ley inka, tan severa para todos, parecía no aplicarse en su caso y eso era algo desconcertante. Challku Yupanqi estaba al tanto de todo esto, pero aunque aparentemente estuviera ocupado por la logística del ejército y las demandas de los líderes locales, lo que realmente estaba haciendo era conspirar para hacerse con el poder del Imperio y dárselo a Pawllu, acabando así con siete años de cruenta guerra civil. La conjura de la cual formaba parte se venía tramando en el largo viaje desde el Cuzco hasta Salta y en ella estaban involucrados varios altos dignatarios. Pero había un elemento impredecible en este juego. En la frontera sur los hombres venidos del mar que hasta el momento se habían limitado a explorar la costa de los grandes ríos del litoral, mostraban abiertamente su intención de penetrar en el territorio. Así que ahora había dos frentes, los hombres de Almagro entrando por Jujuy en el noroeste y los de Mendoza por el sudeste, en la cabeza de playa de Buenos Aires. Sin embargo y a pesar de la invasión en ciernes los funcionarios del estado inka y los líderes locales tenían preocupaciones más urgentes en su cabeza, pues el Imperio se desangraba en una guerra civil cuya grieta social y étnica se proyectaba sobre la población Argentina, sin contar con que, al mismo tiempo, el expansionismo guaraní aprovechaba esa crisis para entrar profundamente hasta el pie de los Andes. En El Shinkal, Challku pensaba como beneficiarse del poder de fuego español para llevar adelante su plan. En Salta y Catamarca, los titaqin de la Confederación Kallchaq deliberaban entre apoyar a uno u otro bando de la grieta inka. Desde el río Paraná las Comunidades Organizadas Guaraníes aprovechaban el desconcierto para atacar los ricos almacenes del estado inka y en medio de esos enfrentamientos, mientras los políticos locales se debatían en sus contradicciones, los invasores extra continentales iban aprendiendo a utilizar esos conflictos en su favor.

Esta es la historia de cómo, mientras unos y otros se enfrentaban,

algunos aprovecharon y se quedaron con todo.

Una historia imprescindible

Para conocer nuestra historia originaria

.

Reserva tu ejemplar

Libro Tapa Blanda 22 €

  • Disponible en Diciembre de 2022
  • Reservando ahora abonas 17 €, y lo recibirás en tu casa
  • O suscríbete aquí y te avisamos cuando esté a la venta

eBook 9 €

  • La versión digital en PDF es la más completa
  • Incluye 4 mapas, 20 imágenes a todo color
  • Con 100 biografías de los personajes históricos que aparecen en el libro, muchos de ellos inéditos