CAPÍTULOS

 

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Fragmentos

Introducción

En vísperas de la intervención europea, el panorama político en el cono sur de América era complejo y rico en intrigas de poder.

 

 

Al momento de la conquista española el poder que emanaba del Imperio Inca había superado los límites ecológicos andinos proyectándose fuertemente sobre las tierras bajas sudamericanas, en territorios donde los guaraníes a su vez estaban intentando imponer su hegemonía. A fines del siglo 15, cuando el Imperio Inca comenzó su expansión efectiva sobre las tierras bajas, el enfrentamiento entre el liderazgo inca y guaraní se hizo inevitable. Los avatares de la política pronto derivaron en enfrentamientos bélicos a gran escala, con batallas campales, toma de fortalezas y saqueos de las ricas ciudades andinas en la frontera selvática oriental. Pero además, ambos contendientes estaban sumidos en sus propias crisis internas, muy graves.
Los incas se enfrentaban en una guerra civil fratricida, de carácter dinástico, desencadenada tras una rápida expansión territorial sobre sociedades muy diferentes y difíciles de administrar.
La sociedad guaraní por su parte, se debatía en una encrucijada política y filosófica sobre la conveniencia, o no, de la unificación nacional pan-guaraní. Lo que implicaba optar entre mantener el sistema tradicional segmentario o adoptar un modelo de tipo estatal. Fue precisamente a fines del siglo 15 que incas y guaraníes, portadores de modelos políticos y estilos de vida muy diferentes, pero compartiendo una vocación de hegemonía y sendas crisis internas, se encontraron en la ceja de la selva, en ese vasto escenario de los contrafuertes andinos que va, desde el sur de la actual Colombia hasta el Tucumán, en Argentina.
Desangrados por una grieta interna que dividía sus sociedades, pero a la vez apoyados en un fuerte ethos guerrero que los impulsaba a la expansión, se enfrentaron a muerte en ese inmenso y selvático escenario. Y su enfrentamiento fue tan potente y en un territorio tan amplio, que ocupó la centralidad política de toda América del Sur, involucrando de manera directa o indirecta, a la mayoría de las sociedades del subcontinente, las cuales se aliaron alternativamente a uno u otro poder.
Esa era, geopolíticamente hablando, la situación sudamericana cuando se produce la intervención de potencias extracontinentales.
Lideradas en principio por la Monarquía Hispánica y la Corona portuguesa y seguidas luego por la inglesa y francesa, varias potencias de la época comenzaron a expandirse en América. Enseguida, los mercados de Europa, África e incluso Asia se conectaron con ese inmenso continente.
Pero a medida que personas, bienes y capitales comenzaban a penetrar en selvas, pampas y cordilleras, el complejo y rico escenario político americano irrumpió también en Europa. Y lo hizo de forma tal que ninguna de las grandes potencias de la época dejó de prestarle atención.
En cuanto la interacción a ambos lados del Atlántico se hizo constante, el impacto sobre los mercados del viejo mundo comenzó a hacerse evidente. El primer flujo de capital proveniente del Imperio Inca que fue inyectado en Europa fue gestionado por el Clan Pizarro y sus socios a partir de 1534, quienes lo invirtieron en dos grandes rubros, la compra de armas, herramientas y esclavos subsaharianos para sostener la invasión y enviar a las minas del Tawantinsuyu y la adquisición de tierras en el continente europeo. Así que la transferencia de activos incaicos a Europa tuvo como consecuencia el incremento de la industria armamentística, la actividad esclavista en el Golfo de Guinea, en la costa atlántica del África ecuatorial y el precio de los inmuebles en España, Países Bajos y Alemania. A su vez la compra de tierras en Europa aumentó también el precio de los productos agrícolas, no solo en España sino incluso en diversos mercados continentales vinculados a la Monarquía Hispánica, que en ese momento era la potencia dominante.

  

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Capítulo 1

En qué estábamos cuando llegó Don Pedro de Mendoza

Durante el gobierno del Apu Challku Yupanqi, gobernador de las cinco provincias inka de Argentina, se inició la invasión europea por el sur del Imperio.

Ciudad guaraní de Ygapopé, en el Delta del Tigre. Enero de 1536

 

El Adelantado Don Pedro de Mendoza con 2.000 efectivos entre españoles, alemanes y guaraníes brasileños desembarcó y ocupó la playa del río donde hoy esta Buenos Aires.
Los banqueros de la Casa Welser habían apostado fuerte por él, dos de los catorce grandes buques de su armada transportaban mercaderías financiadas por el banco para comerciar con el Inka y otras autoridades locales.
Un fuerte escuadrón de mercenarios alemanes provistos del sistema de armas más letal de Europa los custodiaban. En ambos buques se apilaban vajillas venecianas, tejidos finos, armas y herramientas de acero. Todo era carísimo y completamente nuevo en estas tierras, a cambio pretendían acceder a los metales preciosos y perlas del “rey blanco” como llamaban al Inka. Lo de blanco era por la platería que lo cubría, por el argento, y “Terra Argentea” llamaron a las orillas de la caprichosas aguas marrones del río.
Las valiosas mercancías estaban vigiladas por esos mercenarios, veteranos de las guerras europeas y verdadero ejército privado del los Welser. Iban armados con descomunales espadas de dos metros de largo y arcabuces que sembraban terror en el campo de batalla.  

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CAPÍTULO 5

Seis funcionarios inka destinados en Argentina

¿Quienes fueron los funcionarios inka que asistieron al Inti Raymi de 1535 en los “Nuevos Cuzcos” del sur del sur? 
El Sinchal de Kimivil

 Con seguridad estuvo el Apu Tojri, pues era el gobernador de la provincia o wamani de Quire-Quire, hoy Catamarca cuya capital era, precisamente, El Shinkal.
También debe haber estado Inga Nonogasta ya que habitaba en el mismo valle. Inga Nonogasta tenía muy buenas relaciones con los titaqin diaguitas de la zona y va a protagonizar muchos años después, siendo ya un anciano, la firma de la paz con el gobernador español Juan Ramírez de Velazco, luego de la batalla de Anguinahao en Salta, en 1588.
Más difícil es que haya asistido el inka Uzkollo de quien ya hemos dicho que estaba en Córdoba a cargo de colonos ecuatorianos, pues se encontraba a 600 kilómetros de El Shinkal.
Otro personaje que en ese momento ocupaba un importante puesto político era el embajador Wayllullo, que operaba a ambos lados de la cordillera, desde el valle de Mapocho en Chile hasta Cuyo y que pasó a la historia por ser el encargado de llevar el último cargamento de oro del Qullasuyu hacia el Cuzco antes de la invasión.
Sabemos que estuvo en el Shinkal ese año y en esa época porque era la ruta que debía seguir al frente de una gran caravana de llamas cargadas de lingotes de oro, subiendo desde Mapocho con rumbo al Cuzco.
Y no me quiero olvidar de la Mamakuna Ynes, abadesa de la Akllahuasi o convento inka de Maquijata, en la frontera de Catamarca con Santiago del Estero, quien en esa época era muy joven y evidentemente aún no había adoptado el nombre cristiano de Ynes.
La nombro así porque las fuentes coloniales no registraron su nombre kechwa. Es posible que la Mamakuna Ynes haya estado en el Inti Raymi de 1535 en El Shinkal dado el importante rol de las aklla o jóvenes religiosas en esta ceremonia, tal cual lo vimos en el relato de lo acontecido en Cuzco.

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